Lesbianismo


Lesbianismo es el término empleado en español para hacer referencia a la homosexualidad femenina. La palabra lesbiana se utiliza para hacer referencia a una mujer homosexual, es decir, una mujer que se identifica a sí misma, o a la que otros caracterizan, por su deseo hacia otras mujeres.


El concepto de lesbiana empleado para diferenciar a las mujeres que comparten una orientación sexual es un constructo del siglo XX. Aunque la homosexualidad femenina se ha encontrado en muchas culturas a lo largo de la historia, no ha sido hasta recientemente cuando la palabra lesbiana ha comenzado a describir a un grupo de personas. A finales del siglo XIX los sexólogos publicaron sus observaciones sobre el deseo y conducta hacia personas del mismo sexo, y distinguieron a las lesbianas en la cultura occidental como una entidad distintiva. Como resultado, las mujeres que se dieron cuenta de su nuevo estatus médico formaron subculturas underground en Europa y Norteamérica. El término lesbiana fue ampliado en la década de 1970 con la influencia de la segunda ola del feminismo. Desde entonces los historiadores han reexaminado las relaciones entre las mujeres, y cuestionan qué es lo que hace que una mujer o un relación puedan calificarse de lesbianas. El resultado de este debate ha introducido tres componentes a la hora de identificar a las lesbianas: conducta sexual, deseo sexual, o identidad sexual.


La sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia ha sido en su mayor parte construida por hombres, los cuales han limitado el reconocimiento del lesbianismo, como posibilidad o expresión válida de sexualidad, debido a la ausencia de hombres en una relación lésbica. Los primeros sexólogos basaron sus caracterizaciones de las lesbianas en sus creencias de que las mujeres que desafiaban sus estrictamente definidos roles de género estaban mentalmente enfermas. Desde entonces, muchas lesbianas han reaccionado a su designación como marginadas inmorales mediante la construcción de una subcultura basada en la rebelión de los roles de género. El lesbianismo ha estado en ocasiones de moda a lo largo de la historia, lo que afecta a cómo las lesbianas son percibidas por los demás, y cómo se perciben a sí mismas. Algunas mujeres que realizan conductas homosexuales pueden rechazar la identidad lésbica por completo, y rechazar definirse a sí mismas como lesbianas o bisexuales.




Las diferentes maneras en las que las lesbianas han sido representadas en los medios de comunicación sugiere que la sociedad occidental en su conjunto ha estado simultáneamente intrigada y amenazada por las mujeres que desafían los roles de género femeninos, y fascinada y asombrada con las mujeres que se relacionaban románticamente con otras mujeres. Sin embargo, las mujeres que adoptan la identidad lésbica comparten experiencias que conforman un panorama similar al de la identidad étnica: como homosexuales, están unidas por la discriminación y el rechazo potenciales que sufren por parte de sus familias, amistades y otros. Como mujeres, tienen preocupaciones distintas a las de los hombres. 

Las lesbianas tienen la posibilidad de encontrarse con problemas de salud específicos. Las condiciones políticas y las actitudes sociales también continúan afectando la formación de relaciones y familias lésbicas.



La palabra «lesbiana» está derivada del nombre de la isla griega de Lesbos, hogar en el siglo V a.C. de la poetisa Safo. 

De los escritos que se han conservado, los historiadores han deducido que un grupo de mujeres jóvenes estaban a cargo de Safo para su instrucción y diversión. No ha sobrevivido mucha de la poesía de Safo, pero la que se conoce refleja los temas sobre los que escribió: las vidas diarias de las mujeres, sus relaciones y rituales. Se centraba en la belleza de las mujeres y proclamaba su amor por las jóvenes. Antes de finales del siglo XIX, la palabra «lesbiano/a» era una adjetivo que calificaba a aquello que derivaba de Lesbos, incluyendo un tipo de vino.

En 1890 la palabra fue usada en un diccionario médico como adjetivo para describir el tribadismo (como «amor lésbico»): gratificación sexual de dos mujeres a través de la simulación del coito. «Lesbianismo», para describir la relación erótica entre mujeres, fue documentado en 1870. El término era intercambiable con «sáfica» y «safismo» hacia principios del siglo XX. El uso de «lesbiana» en la literatura médica comenzó a ser prevalente; hacia 1925 la palabra está documentada como un sustantivo para referirse al equivalente femenino de un sodomita.







El amor amoroso de las parejas pares ..
Revista "Muy interesante" / pag. 70-76 / especial Homosexualidad.

Aunque suene inverosímil, las parejas formadas por gays y lesbianas no comparten las mismas dinamicas. La doctora Castañeda nos explica las ventajas y desventajas, las verdades y las mentiras de las relaciones amorosas homosexuales. 
Por: Marina Castañeda.[/b]


En años recientes, varios pises de Europa, así como Australia y Sudáfrica han legalizado la unión de facto de parejas homosexuales para darles algunos de los derechos y garantías que recibe cualquier hombre y mujer al momento de casarse. El largo debate publico que sé dio en esos países, especialmente en Francia, donde la medida fue muy controvertida, reveló varias cosas que no se sabían anteriormente acerca de cómo viven los homosexuales  hoy.
En particular, hizo patente que existe muchas parejas homosexuales estables, de larga duración, que desean formalizar su unión en términos parecido a los del matrimonio heterosexual.
Hoy por hoy, la posición liberal frente a las parejas homosexuales consiste por tanto en tratarlas como alas heterosexuales, como si fueran esencialmente iguales. Esta percepción, por bien intencionada que sea, hace caso omiso de las importantes diferencias que existen entre los dos tipos de pareja. Además, pone en una misma categoría a parejas gays y lésbicas, a pesar de las nobles distinciones entre ellas. En este breve ensayo examinaré primero algunas de las principales características de las parejas homosexuales en general, para luego describir con mas precisión las de las parejas femeninas y masculinas.

Las parejas homosexuales difieren de las heterosexuales ante todo en su razón de ser. No cumplen con las funciones económicas del matrimonio; no tienen el propósito de fundar una familia, ni de legitimar las relaciones sexuales, ni tienen  finalidad dinástica alguna – en el sentido de transmitir apellidos ni herencias -, ni pretenden consolidar alianzas económicas no políticas, ni tampoco sirven para realzar el estatus social de las personas. Cuando dos homosexuales deciden formar una pareja, su única razón es de orden afectivo: Porque se quieren. En esto radica la mayor debilidad de las parejas homosexuales, a la vez que constituye su mayor fortaleza. La pareja homosexual es frágil porque carece de los sustentos familiares, económicos y sociales del matrimonio tradicional, pero es fuerte, porque se basa en la elección de dos personas que actúan independientemente de toda consideración familiar o social.
No cabe duda de que el punto más vulnerable de las parejas homosexuales es su falta de legitimación familiar y social. Muchas de ellas ya no viven en la clandestinidad, pero aun las que declaran abiertamente su relación –caso cada vez mas frecuente entre los jóvenes -, permanecen en una especia de invisibilidad social porque no se les reconoce un estatus de pareja. En efecto, uno de los estereotipos mas comunes de la homofobia es la idea de que los homosexuales son seres promiscuos e infieles, emocionalmente inmaduros e inestables, y que son por tanto incapaces de sostener una relación de pareja duradera. La investigación reciente en los piases industrializados nos muestra, lo contrario, que sí existen cada vez mas parejas de larga duración, pero que no necesariamente siguen el modelo del matrimonio heterosexual. Antes bien, presentan una enorme variedad en sus formas de relación, precisamente porque no tienen porque seguir las pautas de las relaciones heterosexuales.

Esta variedad,, más la homofobia, hace que las parejas homosexuales sean invisibles, que carezcan del reconocimiento social que sostiene de tantas maneras a las heterosexuales. Cuando un hombre y una mujer se casan adquieren de inmediato una existencia, una legitimidad como pareja; y ésta les da una serie de apoyos familiares e institucionales que consolidan su viabilidad a largo plazo. Las parejas homosexuales no pueden presentarse abiertamente como tales: sin hablar de tomarse la mano en público, no pueden hablar de sus proyectos compartidos, ni visitar a sus familias, ni plantearse en su trabajo en tanto pareja.
Carecen también de los eventos marcadores tan importantes en el ciclo vital de toda pareja heterosexual y que simbolizan su inserción familiar y social, como son el noviazgo, la boda, el nacimiento de los hijos, los aniversarios, etc. La ausencia de hijos hace más precaria su relación, porque en el caso heterosexual éstos representan un incentivo importante y le dan a la pareja un proyecto de vida común que le ayuda a sobrepasar los momento difíciles. Toda pareja necesita una proyección hacia el futuro, que le permita ir más allá del momento presente: la pareja que sólo permanece “mientras la pasemos bien”. No hará el esfuerzo de resolver sus inevitables conflictos y no durará mucho tiempo. Por ello, es indispensable que las parejas homosexuales inventen algún proyecto común a largo plazo, que sustituya el proyecto familiar que es el principal sustento de las parejas heterosexuales.

Estas ultimas disponen además de una serie de reglas preestablecidas – de modelos que seguir- de las que carecen las parejas homosexuales. Cuando un hombre y una mujer se casan, saben a qué atenerse: están familiarizados con las reglas del juego del matrimonio, tienen un  proyecto familiar compartido, conocen de antemano las etapas que les esperan. Por lo menos en teoría, saben que tendrán hijos y un hogar, el apoyo de sus respectivas familias y que probablemente tendrán nietos cuando lleguen a cierta edad. Todo ello les sirve de guía, o en todo caso les da metas que alcanzar. En cambio, las parejas  homosexuales  no disponen de instructivo alguno: no existen mapas del territorio en el que habrán de vivir. No hay reglas definidas, ni modelos que imitar, ni expectativas familiares o sociales en torno a su relación. En cierto sentido, son parejas huérfanas: cada relación homosexual parte de cero y tiene que inventar sus propias reglas.

Además, la gran mayoría de las parejas homosexuales carece de apoyos familiares. Existen varias posibilidades. O bien guardan su relación en secreto, lo cual suele crear conflictos dentro de la pareja si una persona está fuera del clóset y la otra no, o si las dos intentan ocultar su orientación y tiene que aparentar roommates o incluso soltería frente a sus familias. O bien éstas saben, pero le aplican a la pareja la “ley del huelo”, negándole el mínimo reconocimiento... En este caso, pueden darse situaciones muy hirientes, por ejemplo cuando hay festejos familiares a los cuales no se puede invitar al compañero, o cuando al homosexual se le prohibe siquiera mencionar a su pareja. Alternativamente, existe cierta aceptación, pero la familia no toma en serio la relación amorosa, sino que la ve como una simple amista, un affaire de tipo meramente sexual o una infatuación pasajera a la que no debe darse demasiada importancia. Por ello, es muy importante que los homosexuales eduquen a sus familias y les expliquen que se trata de una relación de pareja si no igual, en todo caso equivalente a la de los heterosexuales, y ciertamente digna del mismo respeto y consideración.
Pero esto no siempre es posible y muchos homosexuales acaban por distanciarse de su familia de origen, compartiendo cada vez menos con ella su vida cotidiana y sus proyectos de vida. A la vez, van formando vínculos estrechos con sus amistades, quienes llegan a llenar huecos emocionales y comunicativos que siempre han sentido en casa de sus padres. Se van creando así las llamadas familias de lección, constituidas básicamente por amistades gays, que sí brindan el apoyo, la comprensión y el sentimiento de pertenencia que toda pareja necesita para sobrevivir.

Por su particular acercamiento a la familia, a los amigos y a la sociedad en su conjunto, la pareja homosexual se relaciona con el mundo de una manera muy distinta de su contraparte heterosexual. Pero también se distingue de esta ultima en sus dinámicas internas. En primer lugar, el que las dos personas sean del mismo sexo significa que toda su interacción será dictada por el género, más que por la homosexualidad en sí. Una pareja masculina presentará patrones de relación masculinos, y una pareja lésbica formas de relacionarse característicamente femeninas. Las parejas homosexuales son sumamente interesantes en este sentido: como en un experimento de laboratorio, nos permiten aislar el elemento del género, al permitirnos vislumbrar cómo viven los hombres cuando no son influidos por las mujeres: como son por ejemplo la comunicación, la sexualidad, las costumbres masculinas... lo mismo sucede con la pareja lésbica, que nos permite ver como son las mujeres cuando gozan de total independencia frente a los hombres y  viven sin ellos. El que el género pueda expresarse tan depurada y libremente explica por qué las parejas masculinas y femeninas son tan diferentes como lo veremos mas adelante.
Pero primero es necesario observar algunas características mas de la pareja homosexual independientemente de su género. Por lo general y salvo cuando imitan a la pareja heterosexual, es más igualitaria que ésta. Escapa a las asimetrías en el poder que prevalecen, en casi todo el mundo, en las relaciones entre hombres y mujeres. Los proyectos, las decisiones, y las tareas de la vida cotidiana se comparten y negocian de una manera mucho más equitativa. Las personas que han ingresado tardíamente a la homosexualidad, después de haber vivido como heterosexuales, reportan una comunicación mucho más recíproca y respetuosa. Claro, siempre habrá en cualquier pareja una persona mayor en edad que la otra, o de carácter mas fuerte, o que gana mas...pero estas diferencias en el poder no están inscritas en la estructura misma de la pareja, como sucede entre los heterosexuales, donde él sistemáticamente tiene mayor autonomía y poder de decisión que ella.
Sin embargo, esto no salva a las parejas homosexuales de los peligros de la rivalidad, que observamos en muchos casos. Es casi inevitable que dos mujeres o dos hombres que viven juntos entren en competencia en diversas áreas que los heterosexuales generalmente se reparten según el género. Es raro ver que un hombre y una mujer compitan para ver quién cocina mejor, quién gana más dinero, o quien se maquilla mejor, quien es mas guapo o guapa o mas sexy o atractivo...Terrenos de posible rivalidad para dos personas del mismo sexo. Es importante tener conciencia de ello y reconocer la competencia donde exista, para que no se vuelva un factor de conflicto oculto y para restablecer el equilibrio o bien aprovechar la rivalidad.
Amén de tener una relación más igualitaria, las dos personas en una pareja homosexual a menudo presentan más afinidades que los heterosexuales. Sencillamente por ser del mismo género, es más probable que tengan intereses comunes, reacciones similares, gustos compartidos... Gracias a estas características –igualitarismo y afinidad- suelen ser los mejores amigos, aparte de ser amantes. Tanto los hombres gays como las lesbianas reportan un gran compañerismo y solidaridad en sus relaciones de pareja, situación poco común en las parejas heterosexuales que, sobre todo en las sociedades machistas, no suelen caracterizarse por la amistad. Esta característica repercute en otras áreas de la relación, como la sexual: en efecto, las parejas homosexuales generalmente reportan mayores índices de satisfacción sexual que las parejas heterosexuales.

La afinidad del género aveces se ve socavada, son embargo por la falta de afinidad en otras áreas. Con demasiada frecuencia, las parejas homosexuales son formadas por personas que tienen poco en común aparte de su orientación sexual, cosas que no sucede tanto entre los heterosexuales. Estos últimos, en efecto, tienden a casarse dentro de su clase socioeconómica; suelen compartir valores, educación, y tener vínculos familiares, laborales o sociales preexistentes a la relación. Se conocen a través de la universidad, el trabajo, sus familias o su barrio. En cambio, no es nada raro ver a parejas homosexuales, sobre todo masculinas, donde las dos personas son radicalmente distintas: provienen de medios diferentes y en realidad tienen poco en común aparte de su orientación sexual.
Esto se da por varias razones. Por una parte, muchos hombres gays se conocen en lugares públicos, como los antros, que son muy heterogéneos por su naturaleza misma. Por la otra, salvo en lugares como San Francisco, los homosexuales constituyen una población muy pequeña y tienen un reducido número de posibilidades de dónde escoger una eventual pareja. Finalmente, con gran frecuencia la convivencia parte de la relación sexual, que no garantiza de manera alguna una compatibilidad de temperamentos. Por todo ello, muchas parejas homosexuales se forman prematuramente, son bases lo suficientemente sólidas como para sustentar una relación de largo plazo.
Pero cuando las dos personas se dan el tiempo de conocerse bien y deciden convivir en base a afinidades reales, pueden darse relaciones de gran solides y larga duración. Su aislamiento social llega a compensarse por otros factores. Es importante notar, por ejemplo, que en casi todas las parejas homosexuales, ambas personas trabajan: los hombres por ser hombres, y las mujeres por no tener a nadie que las mantenga. Este hecho, de por sí, promueve la igualdad y el crecimiento individual de ambas personas, al permitirles tener ingresos, ocupaciones y proyectos de vida propios... Además, el hecho de no tener hijos les otorga una enorme cantidad de tiempo libre que les permite desarrollar otras actividades e intereses. No es casualidad que el nivel promedio de estudios sea mayor en los homosexuales que en los heterosexuales en todos los países industrializados. Tampoco es coincidencia que los homosexuales, sobre todo los varones, dispongan de un nivel de ingreso comparativamente algo, que los ha convertido en un grupo de consumidores muy atractivo para los productores de bienes y servicios suntuarios.
Todos estos elementos comunes a las parejas gay y lésbicas representan sólo una cara de la moneda. La otra es las diferencias que las separan y que, contrariamente a la opinión general, las hacen muy distintas entre sí. En este otro nivel, ya no se distinguen tanto por la homosexualidad en sí como por el género, como lo veremos a continuación.

Cuando dos mujeres forman una pareja, todas las características del genero femenino – tanto biológicas como culturales- se ven multiplicadas. Si las mujeres en general tienden a sobreproteger a la persona que aman, entonces dos mujeres tenderán a sobreprotegerse mutuamente. Y sabemos que las mujeres generalmente suelen comunicarse y relacionarse de ciertas maneras típicamente femenimas, porque así las educaron desde su mas temprana infancia

Por ejemplo, a las niñas se les enseña desde muy chicas a cuidar de los demás, a estar atentas de las necesidades ajenas antes que a las suyas propias y a posponer su propia gratificación hasta haber cumplido con los deseos de los otros. Todo ello se verá reflejado, con creces, en la relación lésbica. Observamos muy a menudo a mujeres que presentan actitudes “ maternales” con su pareja, preocupándose por ella como si fuera una niña, a veces, esta última adoptará actitudes infantiles para cumplir con el papel que se le ha asignado. A veces las dos mujeres se “maternaran” mutuamente, tratándose como si fueran seres frágiles y débiles, en lugar de adultas maduras y competentes.

Asimismo, a las niñas se les enseña a mostrarse vulnerables y a expresar sus emociones, mucho más que a los niños, quienes tienden más a actuar sus sentimientos que a verbalizarlos. Esta tendencia también se manifiesta en muchas parejas lésbicas, que pasan enormes cantidades de tiempo hablando de sus emociones y de la relación. Allí donde, en una pareja heterosexual, el hombre se hartaría y cambiaría el tema, dos mujeres con frecuencia se enfrascarán en conversaciones o disputas interminables, tendencia que crea una gran intimidad emocional, pero que a veces no les ayuda a resolver eficazmente sus problemas y pasar a ora cosa. También sabemos que las mujeres en general tienden a relacionarse de una manera más simbiótica y dependiente que los hombres, a quienes se les enseña desde muy temprana edad a ser autónomos y a tomar sus propias iniciativas.
Por ello vemos en las parejas lésbicas una fuerte tendencia a la fusión, que de nuevo promueve una gran comunicación y empatía a la vez que dificulta la autonomía individual. A muchas lesbianas les cuesta trabajo tomar decisiones propias o llevar a cabo proyectos personales sin aprobación y participación de su pareja. Como corolario, cuando esta última actúa independientemente, puede llegar a sentirse abandonadas, inseguras o poco queridas.

Esta tendencia a la fusión afecta a la pareja de muchas maneras, y constituye su punto más débil. Las dos mujeres se acostumbran a hacerlo todo juntas: comparten todo su tiempo libre, sus amistades y actividades. No existen secretos entre ellas. Abandonan poco a poco sus intereses y relaciones personales, perdiendo paulatinamente su identidad como individuos. En caos extremos, la simbiosis lleva a un mimetismo inconsciente, pero que los demás perciben perfectamente: las dos mujeres se visten igual, hablan igual, tienen los mismos gustos y pasatiempos. Empiezan a perder su identidad individual; toda iniciativa fuera de la pareja es prohibida porque se percibe como una falta de amor.

Pero lejos de ser una prueba de amor, la fusión es en realidad una condena a muerte de la relación de pareja. La primera víctima de la simbiosis es el deseo sexual, que se va perdiendo paulatinamente. En efecto, es imposible mantener viva una relación sexual cuando las dos personas están siempre juntas, volviéndose poco a poco como dos hermanas. Hay ternura, hay amor, pero el deseo sexual va quedando atrás. Entonces, la pareja comienza a asfixiarse. El final más frecuente de las relaciones lésbicas es el affaire, que se debe no a una infidelidad intrínseca sino a la necesidad imperiosa de romper la simbiosis y recuperar una identidad y un espacio propios.
Todos estos problemas tienen solución. Las dos mujeres deben vencer la dependencia emocional y demás atributos “femeninos” que les fueron inculcados desde la infancia, para alcanzar una auténtica individuación. Deben siempre mantener sus intereses propios, amistades, actividades y gustos propios, haciendo el esfuerzo de guardar tiempos y espacios personales. Tienen que luchar asimismo contra la sobreprotección, el maternaje, el excesivo emocionalismo que a menudo observamos en parejas de dos mujeres. Por otra parte, es indispensable contrarrestar la indudable vulnerabilidad que representa para dos mujeres vivir sin hombres en un país machista: es muy importante que las parejas lésbicas tengan amistades masculinas y que no se aíslen demasiado de sus familias y de la sociedad en su conjunto.














Diferentes tipos de Lesbianas


Generalmente cuando se dice “lesbiana” la gente piensa rápidamente en una chica masculina, mal vestida y con ademanes varoniles. Pero en realidad hay muchas clases de lesbianas, veamos los estereotipos más comunes: 


- La lesbiana glamourosa sexual. Es puro sexo. Siempre es guapa, sexy y vive muy bien. Sólo existe para que los hombres se exciten. Ejemplo de este caso serían las actrices pornos, o las lesbianas “de ocasión” como las que se besan y tocan en competencias de sudaderas mojadas, y asi lograr que el jurado -que casi siempre es masculino- , las vote. 


- La lesbiana andrógina (de rasgos masculinos). Adopta los roles supuestamente reservados para los hombres y quiere parecerse a ellos. Un estereotipo muy común es la chica que por estar en el ejército o la policía ya es andrógina, musculosa, parece que escupe en vez de hablar y está dispuesta a darle a los tios una patada en sus partes como la miren mal. 

- La lesbiana andrófoba. Odia a los hombres y ve machismo por todas partes. Considera a los hombres como animalotes sucios, malolientes, brutos e incapaces de sentir. 


- La lesbiana feminista y de izquierdas. Este es el estereotipo más extendido actualmente, sobre todo en Europa. Nos muestran a una lesbiana siempre metida en asuntos políticos, activista, quejosa, eternamente enfurruñada y afiliada a movimientos feministas y a partidos de izquierdas. 
Los estereotipos se basan en la asociación prejuiciosa de cualidades a un grupo social. Ser homosexual o heterosexual no es más que una etiqueta identificativa. Entre las lesbianas hay tanta diversidad como entre las heteresoxuales, las bisexuales, las transexuales, etc. Es prejuicioso asociar un físico, unos roles, un comportamiento sexual, una religión, una ideología, etc, a una orientación sexual. La forma correcta de tratar el tema es no asociar a la lesbiana con ninguna otra cualidad, que haya lesbianas tan diversas en el cine y la televisión como las hay en la vida. Y sobre todo entender que la mayoría de las chicas lesbianas son tan normales o raras como las heterosexuales; si acaso habría que incidir en los obstáculos y prejuicios que dificultan ser como las demás en algunos aspectos, pero jamás encasillar a las lesbianas como personas que siempre giran en torno a su orientación sexual porque eso no refleja la realidad



Ya había homosexuales en el Paleolítico

Por fin, en España, podremos ver que la homosexualidad es algo, no sólo natural, sino también instintivo y primario. Tan primario como los primitivos.
Así lo demostrará una exposición en Atapuerca. En la sede de la Fundación Atapuerca en Ibeas de Juarros (Burgos) desde el próximo septiembre hasta enero del año que viene podremos disfrutar de una exposición que demostrará que todo tipo de prácticas sexuales han exisitido desde el origen del fuego.
No sólo de prácticas como tríos, masturbación, voyeurismo o sexo oral. También homosexualidad. Lesbianismo, entre dos mujeres enlazando sus piernas o frotando sus pechos. Hombres practicando el coito anal.

 

  Según explica uno de los comisarios de la exposición, esto ha estado allí siempre. Pero hasta ahora no se había visto así, quizás debido a la fuerza que la familia convencional tenía sobre nosotros. Y que quizás fuera eso lo que nos impedía ver más allá.

Tampoco es que los comisarios de la exposición vean cosas donde no las hay. Ya que ante la idea de que algún objeto de forma fálica fuera un dildo doble para dos mujeres, afirman que claro que podría haber sido, pero que sin pruebas, no es demostrable.
Habrá que ir a la exposición para ver qué nos ofrecen y observar con alegría que ante la frase de ‘eso de la homosexualidad es una moda’ podremos decir que ‘es una moda que lleva más años funcionando que casi todas las religiones’.




Enfermedades de transmisión sexual en lesbianas: mitos y certezas de una realidad no visibilizada


Pasaron muchísimos años, varias décadas, desde la instauración del 8 de marzo, como día internacional de la mujer. Mucho hablamos, y se habla sobre si es necesario tener un día para festejar. Las opiniones son disímiles y unas buscan estar por encima de otras.

Pero lo cierto es que la lucha sigue siendo vigente. No somos las mismas mujeres, porque las que ya consiguieron sus derechos, las que lograron hacerse oír, dejaron paso a nuevas mujeres que hoy seguimos invisibilizadas. Hablar del día internacional de la mujer y no hablar de SIDA, es hablar sólo de temas de los cuales nos sentimos cómodos. Y sí, el SIDA es un tema bastante incómodo de abordar, porque casi siempre lo hacemos desde lo negativo, desde la muerte.

Las escasas campañas de difusión de la prevención de esta infección en la actualidad no ayudan a disminuir el número de personas afectadas por el VIH en el país. Y las cifras dan cuenta que las mujeres representamos el sector que más estamos contrayendo la enfermedad en los últimos tiempos.

Pero lo que es peor aún, hay un sector de la población femenina de la cual no tenemos cifras exactas debido a la invisibilidad de la que seguimos siendo objeto, más allá de todos los logros conseguidos. Concretamente ¿cuanto se sabe de lesbianismo y SIDA? ¿Cuánto de otras infecciones de transmisión sexual y la incidencia de contagio entre esta minoría sexual se conocen? ¿Cuántas portadas de los diarios y revistas de mayor circulación ocuparon en los últimos años?

Ninguna portada. Ningún triste título, que de cuenta de la cantidad de mujeres lesbianas que están infectadas por el virus. Todo es parte de una raíz más compleja, donde la discriminación hacia las mujeres de parte de una sociedad marcadamente machista va instaurando discursiva y arbitrariamente los temas de interés. La sociedad patriarcal no permite que nos expresemos y nos hagamos notorias, porque no permite la visibilización de las prácticas sexuales que se alejan de las normas impuestas. Y por lo tanto al negar esta realidad, estamos negando al mismo tiempo el derecho a la salud de una importante porción de la población.

Desde Vox, asociación civil que lucha por los derechos de las minorías sexuales manifestaron al respecto que «las enfermedades de transmisión sexual, que preferimos decirles infecciones de transmisión sexual entre mujeres son las mismas que pueden contraerse entre parejas heterosexuales, así como también las que se contagian en relaciones entre hombres». La incidencia de contagio «entre lesbianas es la misma en relación con las ITS, exceptuando el VIH, aunque no se puede determinar las cifras reales, ya que como segmento de la población nos enfrentamos cotidianamente a una discriminación en los consultorios ginecológicos donde existe una heteronormatividad», esto es que los cuestionarios ginecológicos y de atención médica están dirigidos solamente a mujeres heterosexuales.

Desde la salud se encara el tema del sexo desde una postura casi exclusivamente reproductiva y se da por sentado que lo que se busca es prevenir los embarazos no deseados «por ejemplo te van a preguntar ¿conque te cuidas? Esto a una mujer lesbiana le resulta totalmente ineficiente por que nuestro cuidado no parte del tema de la reproductividad. Parte del cuidado de la salud, de la prevención de las infecciones». Estas preguntas orientadas a las prácticas exclusivamente reproductivas del sexo implican también que «una mujer lesbiana no reconozca su homosexualidad», es decir somos invadidas por un sentimiento de exclusión producto de la marcada lesbofobia que atraviesa a la sociedad. Por esto también dicen «no hay posibilidad de estadísticas más allá de casos puntuales que puedan detectar las ONG, y que no siempre llega a conocimiento de las mismas porque existe una auto-discriminación, es por eso que decimos que nos manejamos con datos supuestos» concuerdan las chicas de LexVox.

La no aceptación de las diversidades sexuales por parte de la sociedad condiciona notoriamente a estas minorías en sus prácticas sexuales, que muchas veces son llevadas a cabo en el desconocimiento del alto índice de riesgo de contraer infecciones. No es un dato menor la ausencia de políticas gubernamentales de promoción de la salud para este sector, por parte del estado. En los hospitales públicos aseguran desde VOX «no vas a encontrar un Kit lésbico que es económico y que sin embargo no se reparte: que es el guante, con el preservativo con las instrucciones para hacer la barrera de látex».

Por otro lado, al no poder asumirse como lesbianas en las consultas ginecológicas por parte de la mayoría de las mujeres que lo son; tampoco pueden indagar sobre las maneras de prevenir las ITS (Infecciones de Transmisión Sexual) o el VIH. Esta imposibilidad de demandar información, cuestionar estereotipos establecidos, incurre en el aumento de riesgos de contraer estas infecciones.

Está presente en el imaginario social una creencia que coloca a la mujer en general en un papel pasivo en el ejercicio de su propia sexualidad; Jackie Dutton reflexiona al respecto «en el contexto del control de nuestros cuerpos por parte de nosotras mismas, y en el contexto del SIDA, el lenguaje que usamos dicta que las mujeres no cogemos (to fuck) sino que nos cogen (get fucked)». Si se parte de esta creencia que supone una actitud paciente, la sociedad instaura un preconcepto de inactividad de la mujer en el contexto de una relación heterosexual, lo cual se acrecienta de manera notoria cuando se piensa en las relaciones sexuales entre mujeres. El imaginario dice que la mujer sólo puede ser penetrada por el hombre y «que el sexo lésbico sólo es preliminar a la espera de un hombre».

Este preconcepto es el que reduce o impide directamente las políticas de intervención en los organismos públicos a la hora de definir campañas en prevención de las ITS y el VIH; que están dirigidas casi exclusivamente a los públicos heterosexuales en primera medida, y en segunda instancia al público gay.

Desde VOX manifiestan que «no en todos los entes de salud, reconocen al VIH como una posibilidad de contagio entre mujeres». Pero son reflexivos y afirman «nosotros sí sabemos que existe la posibilidad».
La práctica del sexo oral sin barreras de protección son conductas que permiten la transmisión de infecciones, y en el caso de mujeres este hábito practicado durante la menstruación incrementa las posibilidades, «son conductas de riesgo el sexo oral en la menstruación, o la penetración con las manos y los dedos lastimados, como otras tantas prácticas que están in-visibilizadas por la propia hipocresía social», aseguran en LesVox.
El acceso a la información en prevención o promoción de la salud es muy importante; porque no se puede prevenir sobre el desconocimiento. Y la información que de cuenta de las posibilidades de contagio durante el sexo oral practicado entre gay, lesbianas, transexuales, y heterosexuales sigue siendo mínima, y hasta nula. Como dice Dutton: «Es una hiper-simplificación decir que un virus no puede elegir; él no puede, pero la gente sí. Y las elecciones que hacemos se basan en gran medida en la información a la que tenemos acceso».

En relación a las ITS como el herpes y el HPV que son fáciles de contraer, las chicas de Lesbox dicen «porque se va invertir una suma de dinero en prevención primaria si el herpes sale y se va, el problema es que mal tratado puede desencadenar en un cáncer de útero, el HPV de igual manera». Y al respecto denuncian que «se está invisbilizando la salud, el derecho a la salud de la mujer, porque a la que le molesta la verruga es a la mujer». Al mismo tiempo ven necesario que los organismos públicos desarrollen campañas que prevengan estas infecciones y que estén dirigidas a las mujeres lesbianas.

En LESVOX son conscientes de la necesidad de un cambio que posibilite contar con datos, cifras exactas del riesgo de contraer el VIH en lesbianas, y al respecto declaran que «demanda un trabajo más de fondo porque hasta que el escenario del contexto social no sea propicio para que la mujer pueda asumir que es lesbiana, nunca vamos a llegar a actualizar el sistema de salud, por que para ser contenida en el sistema sanitario como mujer lesbiana, primero está el paso de poder aceptarlo». Al mismo tiempo que adhieren a una campaña nacional «Cambiemos las preguntas». Lanzada por la red Espartiles (Espacio de Articulación Lésbica), que está conformada por todas las asociaciones lésbicas del país. Por el momento es una campaña que está en la primera etapa de la misma que se está trabajando con las reparticiones municipales que «son los que nos han prestado oído para poder empezar a sensibilizar al personal de efectores de salud, dispensarios donde la atención primaria propicia que se pueda visibilizar la identidad de la mujer lesbiana» y agregan «no es a la mujer lesbiana a la que hay que convencer, persuadir que se asuma como tal, sino al profesional, que se plante como profesional en pro de la diversidad. Que debería ser parte de su función», y «una vez realizadas las nuevas preguntas se pondrán en vigencia en las consultas ginecológicas».

Es importante destacar que esta ONG viene trabajando en pro de un sexo más seguro, entregando en los boliches o lugares de encuentros de la comunidad a las mujeres un kit para la prevención de las infecciones. Desde hace meses que se está haciendo ininterrumpidamente ya que está financiada por el Fondo global de lucha contra el SIDA, en la primera etapa de la campaña tuvieron que interrumpirla porque veían que los guantes de latex eran tirados a la salida del boliche o llegaban rumores que eran usados para teñirse el pelo.
La interrupción de la campaña no significó para VOX quedarse con las manos cruzadas, dejando pasar el tiempo y acrecentando la ignorancia. Si no que buscaron una nueva estrategia para llegar a las lesbianas e instalar el tema de la prevención. «vimos que no tenía frutos que las chicas directamente los tiraban, pensamos hacer un taller con otros temas además de VIH/SIDA y hablamos sobre la importancia de la prevención y las chicas tuvieron, jugaron, en el sentido de verlo, de tocarlo, de hacerlo propio y creo que eso fue un primer paso importante para nosotras, y ahora con el proyecto se ve como más aceptación» La estrategia fue erotizar el material de prevención, para que no sea sentido como un objeto extraño, ajeno al cuerpo y al sexo, y al encuentro íntimo entre dos mujeres.

La falta de adherencia a la prevención dicen desde LesVox «no parte solamente de las no ganas, sino de la falta de autoestima, porque para cuidarse hay que quererse, y la falta de autoestima deriva de la lesbofobia internalizada, de la violentización de la sociedad, como te decía antes y eso hay que trabajarlo mucho para empezar a trabajar prevención». En relación a esto en la asociación se llevan a cabo talleres para charlar de esto y otros temas, mirar películas, contener, informar, todos los miércoles a partir de las 17 horas.

Como decía al principio de la nota la lucha por los derechos de muchas mujeres sigue vigente, las reivindicaciones de los derechos de muchas otras minorías es todavía una lucha de todos los días. Lo importante es asumirnos diferente, aceptarnos con otras conductas sexuales-afectivas, pero con la misma necesidad de placer, y amor, que todos y todas las mujeres.

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