domingo, 13 de junio de 2010

"Las lesbianas somos como la tele: en cada familia hay una"

Ana tiene 36 años y Eugenia, su “señora”, como la llama públicamente, 35. Hace siete que se conocen y cuatro que conviven. Se casaran con “todas las de la ley” el 17 de agosto. Obvio, no será en Argentina, donde recién tiene media sanción de Diputados el proyecto que habilita el casamiento de personas del mismo sexo. Lo harán en la primera ciudad de Latinoamérica donde desde diciembre del año pasado se permite el matrimonio para todos y todas: Ciudad de México, el lugar donde ambas mujeres nacieron, viven y se besan y abrazan por la calle sin tener que esconderse.
   Ana Francis Mor, actriz, feminista y columnista desde hace más de dos años del semanario “Emeequis”, presentó en Rosario su “Manual de la buena lesbiana”. Un texto autobiográfico dedicado a “lesbianas y sus familiares”, a “quienes no entienden pero quieren comprender” y a “quienes tienen hijas que se enamoran de mujeres”.
   —¿Por qué la homosexualidad femenina tiene tan poca y tan mala prensa? Se habla de ellas como machonas, tortas...
   —También en México nos llaman así, además de lechugas o zapatonas, pero nos reímos. Todo está muy impregnado de prejuicio y fobia a las diferencias. Tenemos poca visibilidad. También en materia de homosexualidad el varón tiene un espacio más abierto que el nuestro, somos parte de una sociedad machista. Si hasta el varón fantasea con lesbianas... le encanta la idea de mirar o controlar la situación.
   —Decís en tu libro que el arte feminista/lésbico es aburrido.
   —Si la propuesta se cierra en vaginas y clítoris, me aburre. Pero es una ironía, hay mucha expresión artística que me interesa. De hecho hago personajes en el teatro que salen del tema.
   —¿También ironizás con los estereotipos cuando decís que “las lesbianas nunca están al último grito de la moda”?
   —Sí, también. De hecho te pido que antes de las fotos me dejes ir a cambiar de ropa y pintarme un poco. Hay un chiste muy común entre los varones gays. Se dicen, “arregláte, que parecés lesbiana”.
   —Parte de los lugares comunes: si no se muestra pareja en sociedad o se está entre mujeres, sos lesbiana. Con los varones no sucede lo mismo.
   — A mí ser lesbiana no me honra ni me deshonra, no elegí serlo, y ni un ejército me obligará a ser distinta. Una logra salir del closet pero siempre alguien te quiere volver a meter: te llevan al médico, al psicólogo. A mí me llevaron al ginecólogo para que me dieran hormonas. He salido con muchos muchachos. Pero una no es feliz si no es quien desea ser. Los homosexuales debemos vivir dos vidas: la que nos enseñan y la que queremos vivir. Estamos tan ocupadas en ocultar lo que somos que el deseo se nos va escabullendo al paraíso de lo reprimido; gastritis, úlceras y peores cosas. Las lesbianas somos como los televisores: en cada familia hay una. Pero se las esconde.
   —Ahora que te casás viene la pregunta de rigor ¿vas a adoptar hijos?
   —No, y eso no nos hace menos mujeres. Creo que la maternidad está sobrevaluada, que es muy injusto el lugar que se le da a la mujer cuando es madre, ocupándose de todo lo concerniente a los niños. Todos hablan en función de lo que necesitan los niños en su crianza, ¿quién no sabe que necesitan gente que los quiera, los mime y los cuide? Y eso no sólo lo brinda una pareja heterosexual, por el contrario, muchas no han podido darles una buena crianza, y en este país esto se conoce bien: está lleno de psicoanalistas que analizan a problemáticos hijos con un papá y una mamá. l

No hay comentarios:

Publicar un comentario